Confidencias
Cuando era pequeña no le daba importancia al hecho de que la gente tuviera o no aprecio por mí, pues sentía que, en mi entorno, al ser una niña, todo el mundo me quería.
Con el paso de los años esa percepción cambió bruscamente. Los chicos me llamaban "fea" en el instituto, no dejaban de criticar mi aspecto. Y que fuera una 'friki' empollona no ayudaba en absoluto. Pero aún así pensaba que sería diferente cuando fuera mayor, cuando me desarrollase. ¡Qué equivocada estaba!
En el centro donde hice bachiller era prácticamente invisible en ese aspecto. La gente sabía quién era pero no había ni un ápice de interés por su parte en conocerme. Siempre he sido una persona con grandes aficiones. Cuando hablaba con otras chicas éstas decían que, con mis gustos y mi forma de ser, seguro que le gustaba a los chicos. Que ojalá ellas pudieran tener eso para que les prestaran atención.
Ni por asomo. Yo nunca he sido de esa clase de chica. Del tipo de chica en la que los chicos se fijan. Siempre he sido un bicho raro. Sigo siendo invisible. No me he sentido querida, no he tenido nunca a nadie a quien le importase lo suficiente como para quedarse, a nadie que se preocupara por mí.
Solía decirme que eso no me importaba, pero en el fondo no era así. Esa sensación de abandono emocional no se la deseo a nadie. Es verdaderamente desagradable y te deja un vacío enorme en el interior.
Lo cierto es que llevo años haciéndome la misma pregunta: ¿Por qué no le gusto a nadie? O por decirlo de otro modo ¿Por qué nadie quiere estar conmigo? Me encantan los deportes, escucho buena música, soy una apasionada de los libros y la literatura y una amante de los animales. Me fascinan el cine y los videojuegos y tengo una mente abierta y creativa. ¿Es que nadie ve eso? ¿Es por mi físico? ¿Por qué importa tanto lo de fuera cuando lo de dentro es mucho más interesante?
Yo creo que por eso nadie me conoce en realidad. Se pierden descubrir un alma única sólo porque el exterior no les seduce. He acabado comprendiendo que así es la vida.
Escrito por Sara López.
Att: SMB
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