El sabor de una mirada
Era de esas veces en que crees estar enamorado: el corazón te late rápida e intensamente, te ruborizas, te tiembla la voz … Así me sentí yo cuando la vi, aunque lo cierto es que no sabía por qué. Tenía algo que la hacía única. Y era realmente preciosa, con unos ojos azules, de un color intenso, profundo, tanto que podías perderte en ellos. Podías mirarla y sentir que viajabas lejos, muy lejos.
Un día, mientras desayunaba, nuestras miradas se cruzaron y no sabía a ciencia cierta por qué no podíamos apartarla. Era como si estuviéramos en un ambiente que nos gustaba, que nos era agradable. Finalmente, sonrió y agachó la cabeza. Es muy difícil leer el alma de una persona tan sólo con una simple mirada, pero con ella era diferente, con ella sí podías. Jamás me había pasado eso, sentir que habías conectado con alguien sin ni siquiera conocerlo.
Sin embargo, esa sensación cambió. Después de "nuestro momento de miradas compartidas", se levantó y se acercó a mí:
-Me llamo Paula.-dijo con el brazo estirado.
Miré aquella mano tan cuidada y la estreché.
-Yo soy Edu.-le dije esbozando una sonrisa.-Encantado.
Me volvió a sonreír y miró su reloj. En ese momento quería morirme: el corazón me latía a toda velocidad, tanto, que tenía la sensación de que podía oírlo.
-¿Te apetece dar un paseo?-me preguntó
No pude pensar. Me levanté y me fui con ella.
No sabía si pasaría algo entre nosotros pero no podía perder esa oportunidad, la oportunidad de conocerla. Porque a veces no necesitas más. A veces simplemente te dejas llevar por un presentimiento. Porque hay miradas que enloquecen, miradas que enamoran, miradas que saben a vida.
Escrito por Sara López.
Att: SMB.
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