Solía mirar a la vida con los ojos de quien no teme morir...
Solía mirar al cielo para saber de qué color era. Siempre me han dicho que era azul; pero no es cierto: ese día pude darme cuenta. Era de tantos colores y tan diferentes. Era único. Sin duda alguna, era el lugar más hermoso que jamás había visto.Un lugar que te invitaba a soñar, a volar, a explorar. Y te incitaba a querer vivirlo al máximo.
Solía mirar al mar para ver cómo expresaba su carácter y si yo sería alguna vez tan fuerte como para no quebrarme por nada. A veces tan violento y otras tan suave. Tan bello y tan puro. Como un bebé que no sabe muy bien cómo actuar, pues ríe y llora con igual facilidad. Pero era bello, muy bello. Y hacía que no pudieras dejar de mirarlo. Te atrapaba en un ambiente de plena libertad. Y la libertad es un sentimiento que nunca podrán arrebatarnos.
Solía mirar la lluvia como quien mira un libro, intentando encontrar algo con lo que pasar el rato y al mismo tiempo introducirse en una aventura inolvidable. Siempre he pensado que la lluvia era la forma que tenía el mundo de decirnos que no estaba de acuerdo, pues nos hemos dedicado a destruir nuestro pequeño hogar, el único que conocemos. Y muchas veces me daba cuenta de que disfrutar de la lluvia era más excitante que querer huir de ella, aunque tuviera sus consecuencias y te vieras obligada a estar en cama unos días. La experiencia merecía la pena.
Solía mirarlo con los ojos de alguien que se enamora, no una, sino mil veces. Era tan perfecto: dulce, bueno, cariñoso, amable. Los detalles que tuvo conmigo jamás los olvidaré, ni siquiera cuando me vaya, ya que me marcharé con la sensación de haber hecho las cosas bien.
Solía tener miedo a irme. Miedo a dejar todo esto, a dejar a las personas que me han dado tanto amor a lo largo de mi vida. Y, sobre todo, me entristecía la idea de obligarlas a llevar esa carga, la carga de mantenerme aún presente. Pero eso tuve que aceptarlo. Tuve que imponérmelo porque es inevitable echar de menos a alguien que ha sido importante.
Durante mi vida aprendí a apreciar las pequeñas cosas. Y a mantener a la gente querida a mi lado, a aquella gente que nunca me dejó sola. Y así tener la enorme sensación de que jamás me iría mientras hubiese alguien que me recordase, que mantuviera intacta mi esencia. Y de ese modo viviría eternamente.
[Perteneciente al conjunto de relatos y textos Secretos del alma]
Escrito por SaraLópez.
Att: SMB
Comentarios
Publicar un comentario
¿Qué opinas de mi blog?